Una pandemia que no se ve, pero se sufre
Nadie lleva un yeso cuando sufre ansiedad. Ninguna radiografía muestra el burnout. Y, sin embargo, miles de trabajadores enfrentan día tras día una tormenta interna que el sistema laboral prefiere ignorar.
La salud mental en el trabajo se ha transformado en una crisis silenciosa, persistente y devastadora. No hay alarmas ni titulares estridentes. No hay conferencias de prensa. Solo trabajadores y trabajadoras que colapsan en silencio, mientras las cifras oficiales celebran mejoras milimétricas en accidentabilidad como si fueran medallas de oro.
Durante el año 2024, el Informe SUSESO encendió una alarma brutal: el 72% de las enfermedades profesionales están vinculadas a trastornos mentales y del comportamiento. Una cifra que debería haber abierto los noticieros, disparado debates en el Congreso y reconfigurado el enfoque de las empresas en todo el país. Pero no. La respuesta fue tibia, técnica y lejana: cuestionarios, talleres genéricos, encuestas con tecnicismos que nadie entiende.
Mientras tanto, las vidas siguen desgastándose. Porque esta pandemia emocional no se frena con slogans ni afiches en la entrada de la oficina. Se combate con transformaciones reales, con políticas firmes, y sobre todo, con respeto hacia quienes sostienen cada jornada laboral con su salud psicológica colgando de un hilo invisible.
La salud mental laboral en cifras: lo que no te dicen los informes
Los números no mienten, pero tampoco lloran. Y ahí está el problema: en Chile, la salud mental de los trabajadores se ha convertido en un campo minado de cifras que pocos quieren mirar de frente.
Según el informe oficial de la Superintendencia de Seguridad Social (SUSESO) actualizado a abril de 2025:
- Se registraron 88.000 denuncias por enfermedades profesionales durante 2024.
- De esas, solo el 19% fueron calificadas como de origen laboral.
- El 72% de esas enfermedades estaban vinculadas a trastornos mentales y del comportamiento.
El 81% restante de denuncias rechazadas no es un simple dato administrativo: es el reflejo de una cultura institucionalizada de desconfianza y negación. Porque reconocer un cuadro de ansiedad como producto del entorno laboral implica algo incómodo para las empresas: asumir responsabilidades, tomar medidas, invertir.
Y mientras eso no pase, seguimos escuchando excusas:
“No se pudo comprobar el nexo laboral”,
“El cuadro clínico no cumple criterios diagnósticos”,
“Se trata de una patología preexistente”.
Pero la realidad es otra. La realidad es que muchos trabajadores llegan al límite no por fragilidad personal, sino por un entorno tóxico, deshumanizante y sin espacio para respirar.
En palabras que resuenan fuerte:
“¿En qué momento nos acostumbramos a contar muertos como si fueran KPI?”
Esta pregunta que nace desde la indignación tiene respuesta: cuando dejamos de ver a las personas y empezamos a contar solo indicadores.
El burnout y sus múltiples disfraces en el entorno de trabajo
No siempre se llama “burnout”. A veces le dicen cansancio. Otras, “una mala racha”. Hay quienes lo nombran como “desmotivación”, “desempeño bajo” o “problemas personales”. Pero debajo de esos eufemismos está la misma cosa: una persona rota por dentro, agotada emocionalmente, invisibilizada por el sistema.
El burnout laboral es uno de los síndromes más extendidos y menos reconocidos en las organizaciones chilenas. No es casualidad: su validación oficial implica intervenir procesos internos, liderazgos, tiempos y metas. Y eso, para muchas empresas, es simplemente “pérdida”.
Pero quienes lo viven, lo saben. Saben cómo es despertarse con una presión en el pecho, mirar el reloj con terror, y llegar a la oficina sintiendo que uno se está traicionando por necesidad.
Según el Informe SUSESO 2024, entre los diagnósticos más frecuentes están:
- Estrés crónico
- Ansiedad generalizada
- Depresión reactiva al entorno laboral
- Síndrome de desgaste profesional (burnout)
Y a pesar de ello, la respuesta institucional sigue siendo de cartón:
👉 Talleres genéricos de «bienestar».
👉 Charlas obligatorias sobre autocuidado.
👉 Cuestionarios con escala de Likert que nadie lee dos veces.
Desde la experiencia:
“Estrés crónico, Ansiedad generalizada, Depresión laboral, Burnout… ¿Y cuál es la respuesta del sistema? Silencio. Inacción. Derivaciones eternas.”
El burnout no se resuelve con una pausa activa de 15 minutos. Necesitamos cambios reales en la cultura del trabajo.
Factores psicosociales: cuando el ambiente laboral se vuelve tóxico
La salud mental en el trabajo no depende solo de la carga. Depende, sobre todo, del entorno. De cómo se lidera, se comunica, se respeta. De si hay espacio para respirar, equivocarse, ser humano.
Los factores psicosociales son aquellas condiciones del trabajo que pueden afectar el bienestar emocional de los trabajadores. Según la NT 125 del ISPCH, los principales factores de riesgo son:
- Exigencias emocionales elevadas
- Falta de autonomía
- Malas relaciones con jefaturas
- Escasa valoración del trabajo realizado
- Inseguridad contractual
- Inexistencia de espacios de participación
Y esto no es teoría. Es la práctica diaria de miles de personas que trabajan bajo presión constante, con supervisores que gritan, con cronogramas imposibles y miedo a ser reemplazados al menor error.
Como lo describe claramente la experiencia personal compartida:
“Turnos extendidos. Jefaturas sin formación en riesgos. Malas condiciones ergonómicas. Ritmos de producción inhumanos. Eso también enferma.”
El ambiente laboral no es solo decoración o clima. Es una variable que puede curar… o destruir.
¿Prevención o simulacro? El espejismo del bienestar organizacional
Cada vez más empresas se suben al tren del “bienestar”. Colocan afiches, contratan coach, organizan talleres de respiración. Pero cuando uno rasca un poco, todo se queda en la superficie.
¿Qué se entiende realmente por prevención de salud mental en el trabajo?
¿Es suficiente con medir “clima organizacional” una vez al año?
¿Con tener una “línea ética” o buzón de sugerencias?
En la práctica, muchos esfuerzos de prevención no son más que simulacros de cuidado. Lo urgente se tapa con lo visible. Lo profundo, con lo simbólico. Se “gestiona” el malestar, pero no se transforma el sistema.
“¿Y sabes qué hace el sistema? Celebra que la tasa de accidentabilidad bajó del 2,6% al 2,5%.”
La verdadera prevención exige incomodar estructuras, repensar jerarquías, revisar metas, y sobre todo, escuchar de verdad. No hay mejora real sin espacios donde el trabajador pueda hablar sin miedo y ser tomado en serio.
Mutuales, ISL y el laberinto de la negación institucional
El sistema de salud laboral en Chile está fragmentado y, muchas veces, orientado más a administrar daños que a prevenirlos. Las mutuales, si bien tienen un rol importante, también representan una trinchera burocrática que filtra, ralentiza y niega miles de casos.
En 2024:
- El 94% de las denuncias fueron tramitadas por mutualidades.
- Solo el 6% pasó por el Instituto de Seguridad Laboral (ISL).
- El rechazo de enfermedades mentales sigue siendo la norma.
¿Por qué? Porque aceptar un diagnóstico implica gasto. Implica dejar de ser espectador para ser responsable.
“Porque el modelo está más enfocado en gestionar sin asumir culpa. Porque prevenir no es rentable. Y reparar, menos.”
Y mientras se decide si el estrés fue culpa del trabajo o de la infancia, el trabajador sigue solo, sin atención, sin contención y con una carpeta médica que nadie quiere firmar.
¿Y si la empresa fuera parte de la cura, no del problema?
No todo está perdido. Hay empresas que están entendiendo el peso de cuidar la salud mental. Que están transitando de la cultura de producción a la cultura del cuidado.
Eso implica:
- Capacitar liderazgos con perspectiva humana
- Establecer límites reales a la carga y al tiempo
- Reconocer logros de forma tangible
- Otorgar autonomía y espacios de decisión
- Crear protocolos internos claros para contención emocional
Cuidar la salud mental no es un gasto, es una inversión que impacta en productividad, clima y permanencia. Porque cuando las personas se sienten vistas y valoradas, trabajan mejor, viven mejor y contagian bienestar.
Testimonios silenciados: lo que se calla en las oficinas
Hay historias que no llegan a la jefatura. Que no se escriben en ningún formulario. Historias de trabajadores que pidieron ayuda y no fueron escuchados, que se derrumbaron en silencio, que fueron diagnosticados, pero luego desestimados.
“¿Te diagnosticaron una enfermedad profesional y la rechazaron? ¿Te silenciaron cuando pediste ayuda?”
Cada testimonio importa. Porque detrás de cada cifra hay un rostro, una familia, una historia que merecía terminar distinto. El silencio es la herramienta favorita de quienes quieren que nada cambie.
Cuidar la salud mental no es un beneficio, es un derecho
Ya no hay excusas. La salud mental en el trabajo no puede seguir siendo un tema secundario, decorativo o estacional. Es una urgencia de derechos humanos, una demanda ética, un clamor social.
Chile necesita dejar atrás la prevención de escritorio y pasar a la protección real. No queremos más «mesas de trabajo». Queremos acciones.
“Porque mientras las cifras bajan con decimales, las personas siguen muriendo con nombre y apellido.”
Este artículo no es solo un texto. Es un llamado a la acción. A no normalizar lo anormal. A exigir justicia, empatía y protección.
Tu historia importa. Cuéntala. Escríbela. Defiéndela.
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